jueves, 30 de junio de 2011

EL GRAN APEGO DE LA CULTURA ANDINA A LO ESPIRITUAL


Cada pueblo se forja en torno a una serie de patrones y sistemas de conocimientos, estos conocimientos generados durante siglos determinan la espiritualidad de un pueblo, es decir la forma en que perciben el mundo.

La espiritualidad de la cultura andina  responde a una conjunción de elementos de alianza con el trabajo, la Madre Tierra, un vivir con el cosmos, con los elementos naturales y con todos los seres vivos, y lo sobrenatural.

Arguedas narra en sus obras, la manera en la que el indio ama y admira a la naturaleza, aprende de lo celestial y respeta lo inmaterial o desconocido (sobrenatural).

La espiritualidad no es solo el rito de la ofrenda a la Pacha Mama en fechas determinadas, es mucho más que eso…“Los Incas tenían por indiscutible la identidad del trabajo con la alegría y la vida; para ellos trabajar era vivir alegremente. Aprendían por el trabajo; se vinculaban entre ellos y con Pachamama por el trabajo, se mantenían saludables por el trabajo, se realizaban por el trabajo, y sus mejores fiestas las llevan a cabo trabajando; por eso es que la casi totalidad de sus canciones, de sus danzas y de sus expresiones de alegría se relaciona con el trabajo.


En la sagrada tradición Inca, la naturaleza, lo creado, los hombres, los animales, toda la existencia, toda expresión de vida, están interconectados a través de la imagen trascendental de la Madre Tierra, la Pachamama....
Todo se inicia allí en la Pachamama que como primario don nos entrega la figura de la Madre, que acoge la semilla de la vida, la lleva dentro desarrollándola para luego entregarnos sus frutos, que son alimento para nuestro cuerpo y para nuestro interior.
Pachamama nos nutre porque somos sus hijos porque su vocación es que seamos los artífices, los artistas, los arquitectos de la creación.
Pachamama nos dona sabiduría para aprender a manejar y conectarnos con toda la Naturaleza.
Pachamama nos da la sagrada energia de la Providencia, del proveer recibiendo, del disfrutar sosteniendo, del necesario equilibrio místico de los elementos.
Pachamama es la primera maestra en la escuela espiritual de la Vida.          


Pago a la Pachamama

Los incas dividían al universo en tres planos o niveles intercomunicables: El “Janan Pacha”, que equivalía al cielo y era el lugar de residencia del sol, la luna, las estrellas y los astros restantes; el “Kay Pacha”, que era la Tierra, donde residía el hombre, los animales, los vegetales y los espíritus terrestres; y, por último, el “Ucju Pacha” o el subsuelo, lugar de residencia de los muertos, los espíritus malignos y los gérmenes de las enfermedades.


Sin embargo en algunas sociedades contemporáneas la espiritualidad difiere mucho de lo natural y cultura es todo lo que se opone a naturaleza, dando prioridad a lo material e insustancial.

El ser humano está desarraigado de la naturaleza. Puede que alguna vez estuviera bien adaptado a su medio natural. Pero, aunque parezca contradictorio, me atrevería a decir que, si alguna vez el ser humano estuvo bien adaptado a su entorno natural, no era humano.

El ser humano se ha construido a si mismo en un continuo proceso de desadaptación de su entorno natural y adaptación simultánea al medio que él mismo ha creado con los productos de la cultura y, en especial, de la técnica. Mis pies están bien adaptados a la suela del zapato y de poco me sirven desnudos. Con la cultura y, principalmente, con la técnica el ser humano ha ido tapando la naturaleza y creando un supramedio al que ha ido adaptándose.


Pero hay quienes tildaron a la cultura indígena de bárbara, agresiva y profana:

De todo lo expuesto podemos colegir, entonces que el Estado Inca fue un estado conquistador conformado por un conglomerado de tribus, pueblos o etnias (naciones), con característica y peculiaridades diferentes, disímiles y hasta contrarias entre sí. De ahí que la colonización Inca y los vínculos de reciprocidad y distribución de los excedentes, también se aplicaron diferentemente en función a cada etnia. Las relaciones del Estado Inca con los pueblos o naciones conquistados o aliados, según el caso, diferían de unos a otros. Esta situación también contribuyó a la desintegración.


En definitiva, es cierto que el imperio inca fue un estado conquistador y expansionista, pero eso no le quita el nivel espiritual que alcanzaron, ni las normas de conducta que establecieron entre ellos, el respeto y admiración a la naturaleza y con sus semejantes; en cambio, el occidental aportó al mundo la desocupación, la explotación, el engaño, la miseria, la ociosidad, etc. 


José Luis Chávez Peláez

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